Cabalgando La Tormenta

vagabundeando por el mundo con el único interés de esperar un mañana, viviendo las horas en busca de un mínimo de placer, un acto epopéyico que traspasa las fronteras de lo físico y lo convierte en olvidadizos recuerdos y pasadizos vividos en busca de la semejanza pasada. La locura de las inmensas ruedas de noria que giran y giran produciendo luces de colores para atraer a los niños a ellas como un pez atraido por un señuelo. La tormenta interminable viaja por el cosmos de la mente, Vivencias y personas que aparecen, están, desaparecen o cambian de forma o color al antojo de unas circunstancias tan variables como la tormenta en si, las chicas del ayer y del mañana buscan un lugar en la silla de montar, la cara humana cambia de rostro sin cesar. Los nuevos tiempos corren tanto como la bala o el tren, los cafés y sus cuadros están muriendo en pro del multi espacio vital. la tormenta sigue y cuando quede el ultimo hombre cabalgara sobre ella y su espacio inmaculado de blanco recorrerá los últimos paisajes soñados por el jinete. Vivir para cabalgar sobre un sueño, en una época estéril de artes y repleta de espectáculos del submundo mas monstruoso. Esperandola pacientemente dia tras dia, rugidos en la noche, ansias por crear y propagar el mundo clásico del cual nunca debimos abandonar a una suerte sin secretos, ni intriga donde casi todo parece escrito en un guión ejecutado a la perfección. La luz se hace intensa, miras hacia arriba esperando las palabras del interlocutor, una complicidad sin alterar, conscientes de que la partida acaba de empezar. Ella es cambiante, los reflejos cambian, la tormenta viene, se acerca oscura con un halo de color en su interior, buscando al jinete, sin miedos, habrá que afrontar los halos de luz que den el mañana.

A. Lewis
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