La Posada

Después de cenar Selvano se marcho de casa de Rocío, la noche se había alargado entre comentarios de películas y literatura.
La cena fue a base de ibéricos y otros productos del gorrino por excelencia, Sentados a una mesa circular como la mesa de los caballeros, La anfitriona Rocío, el alma negra Selvano, la dulce Marta y quien os escribe pasamos una velada nocturna entre risas y miraditas indiscretas al escote profundo de Marta, como nos gusta a los dos esta bella ninfa. Casi estuve apunto de coger el tenedor y con la copa de vino llamar al orden porque la cosa se estaba disparando, con su camiseta de tirantes los instintos de Nosferatu nos empezaban a salir, al ser viejas amigas no había problemas al disparar con gracia la lengua con objetivo el escote de Marta, cuantas veces oiríamos "os gustan mis tetas", evidentemente la respuesta era más que afirmativa. Pasaban las horas charlando y acercandonos cada vez más los unos a los otros, las chicas dijeron de poner música, de la cual cosa me encargue personalmente, música de los 60, psicodélia y rock duro. En uno de los ratos y entre contorsiones comenzó a sonar "Another break in the wall" con su ritmo de desfile militar fue la guinda extraña para que los cuervos al ver los brillantes pendientes tomasen por la cintura a Rocío y a Marta, nos fuimos acomodando bailando el ritmo de esa canción, "quieres ser mi alumna Rocío", se río y me contesto, "quieres ser mi pequeño diablo", inmediatamente no le conteste porque estaba pendiente de los ritmos lascivos de Marta, mientras veía la cara de Rocío no podía parar de pensar en las caderas y el bello culo de la otra y las cosas negras que le haría. En ese pequeño circulo donde todo se iba descubriendo Selvano se preparaba una copa larga de whisky, yo bailaba canallescamente con Rocío, y Marta se sentó en uno de los sillones de colores del comedor, me dirigí hacia Marta y le espete un pícaro "estas cansada cielo" me miro con cara de lastima y me dijo que los pies la estaban matando por culpa de las botas que llevaba, nunca entenderé por que las chicas se ponen esas botas si luego les molesta al andar, quitatelas si te molestan, a lo cual accedió sin mucho cavilar, unas botas blancas, altas y con un tacón que serviría de arma blanca. No he visto cara más dulce que la de Marta, es realmente una tía espectacular, no se cuantas gallardas me abre echo pensando en su trasero. Me decidí a bailar con esa ninfa del bosque, la psicodélia sonaba y no solamente en la habitación, ya no se cuantas copas llevábamos esa noche. Selvano se puso a bailar con Rocío, pensé "ya era hora" me gusta la inocencia oscura de Marta, cogiendola suavemente por la cintura y notando el olor de su perfume, apoyo su cabeza en mi hombro, el lobo salía de mi mente al ver esa oportunidad de oro, todo lo que ella toca lo convierte en metal preciado, le di unos besos de colegial en su cabeza, viendo la respuesta de sus ojos, me fui acercando al cuello, notaba las pulsaciones desbocadas como un tren de mercancías. Hay pensé a París o a Roma, evidentemente en este caso a París. Observando que Selvano y Rocío se habían enfrascado en una sutil conversación, después de recorrer su cuello me dirigí a sus labios, dulces besos carnales nos dimos en esa habitación de diseño y Psicodélia. Le propuse irnos a un cuarto despejado de el resto de compañía, nos miramos fijamente y nos cogimos de la mano, sin mediar palabra y sin permiso de nadie nos dirigimos a una habitación contigua al salón. Nos volvimos a besar y caímos como hojas que lleva el viento encima de una cama. Nos fuimos desnudando lenta y pacíficamente, el instinto no me salió a la primera, con semejante compañía prefería la dulzura de un padre amantisimo, recorrí todas las despensas de su cuerpo y su piel. era algo cósmico, fundir nuestros cuerpos como en un baile indio donde yo era el chamán y el profeta del fuego, un fuego dulce de amor placido y sentido como en pocas ocasiones con nadie. Las sabanas eran nuestra carretera hacia la posada del amor, "toc toc hay alguien en la posada" le dije, a lo cual se reía y decía ¡si señor posadero, quiere usted entrar! ¿que me va costar la habitación de paredes frías? volvió a reír, ¡pues mire usted unas pocas monedas de amor! nos reíamos los dos y le conteste, siendo así deme usted su habitación dulce y fría, pasamos la noche arropados el uno con el otro, que sensación tan placentera el tacto de su piel. Los dos sabemos que más aya de esa noche no habrá, ella me dijo a la mañana siguiente, que podríamos montar noches de sexo y magia, se me hizo tan difícil como amarga la respuesta, pero fue negativa, Prefiero otro huésped para su posada.

PD: Me entere que el pirata de Selvano navego otras aguas.